miércoles, 11 de diciembre de 2013

Umbral

Capítulo lll

-       - ¿A qué se refiere con eso de que van a su muerte?- dije girando casi de inmediato hacía Paul, que miraba la escena como cualquier persona que ve un desfile escolar o de comparsas de baile.
-       -Es simple.- respondió Sonia- Como ya se los hemos señalado, a cierta edad de su adultez, los jóvenes que han dejado de ser niños deben partir de este mundo de forma desconocida. Esos jóvenes se unen a la marcha que ahora están viendo, un solo día al año y es entonces cuando parten con un guía desconocido en un viaje del cual no regresarán con su cuerpo actual.
-       -Antes nos dijeron que nunca han descubierto qué es lo que les causa la muerte a los niños. Y ahora nos cuentan sin problemas que el causante es un sujeto que se los lleva. Parece ser que se han contradicho ustedes mismos.
-       -Si, mira, si bien sabemos quién se los lleva, nunca hemos sabido por qué se los llevan cuando alcanzan esa edad promedio, solo sabemos que ese hombre les contó a los habitantes de Umbral que presenciaron por primera vez este fenómeno que era algo inevitable. Y que todo aquel que los siguieran regresarían con vida, pero sin recuerdo alguno, sin moción de la realidad, con una verdad que en realidad es una mentira.
-       -Dicen que incluso hubo casos de personas que olvidaron todo, incluso cómo respirar o cómo sentir dolor. Desde entonces nadie siguió tratando de seguirlos, se resignaron a perder a sus hijos tan jóvenes y la advertencia se fue pasando de generación en generación- concluyó Paul.

Para ese entonces su rostro ya no mostraba esa gélida- cálida sonrisa, se había vuelto algo angustiada y a la vez angustiante. Casi extrañaba su sonrisa artificial. Casi.

-       -Ok, supongo que para ese entonces la calidad de vida de las personas era más elevada, pero desde entonces ésta fue decayendo, ¿Correcto?
-       -Es una hipótesis aceptable...
-      - Y, ¿Hasta dónde llega la marcha, y dónde empieza?
-     -No lo sabemos, cuando la marcha empieza nadie sale, ni siquiera cuando “algo” misterioso obliga a salir a los niños de sus casas al cumplir la determinada edad y los hace unirse al grupo e irse a morir. Creemos que incluso salir a los jardines y forcejear con nuestros hijos califica como “seguirlos” o “evitar su partida”, lo cual nos provocaría olvidar todo o que nuestra mente fuera completamente erradicada. Cuando llega el momento, solo nos despedimos y esperamos que nuestro pequeño no tarde demasiado en regresar a la vida.

Ahora los rostros de ambos mostraban tristeza, asumo que por la partida de Faulkner, su hijo mayor. Fue entonces que me pregunté cuánto han de sufrir aquellos “longevos” padres que han tenido una estirpe de más de 100 hijos. Cuánto dolor no han tenido que soportar, y cuán grande debe ser su fe y esperanza para seguir viviendo, creyendo que después de tanto dolor aun puede haber algo bueno. De pronto mi mente se iluminó:

-       -Así que... son solo suposiciones, ¿verdad?- les pregunté a ambos- No saben realmente qué es lo que pasa si solo salen al patio a observar la marcha, ¿Cierto?

Ambos se miraron, y casi al unísono contestaron:

-       -No... no lo sabemos.
-    -Bien- respondí- supongo que no me hará gran daño salir al patio y tener una mejor vista del evento principal.

Casi antes de terminar, tanto la pareja como Ricardo, se me abalanzaron encima para evitar que saliera. No trataron de taclearme, no, nada cerca de eso, pero si trataron de sujetarme para evitar salir. Entre empujones y súplicas logré salir al recibidor y abrí la puerta. Casi de inmediato me golpeó una corriente helada de viento. Los escalofríos me subieron desde las piernas hasta los hombros como una descarga eléctrica, y supongo que la sensación de estar en un punto en el que los habitantes de Umbral consideraban “El punto en el cual tu mente será procesada en una licuadora”, me inyectó una fortísima dosis de adrenalina, pues de pronto sentí que podía derribar una muralla con el simple latir de mi corazón.

Empecé a avanzar hacia la calle, primero siguiendo el caminito de concreto, después directo sobre el césped que, por el ligero chasquido que hacía al pisarlo, supuse ya había sido impregnado con rocío. No había nubes en el cielo, en algún punto de la noche el gélido viento se las había llevado en dirección norte, así que la luz de la luna golpeaba de lleno la calle, remarcando el color blanco de las máscaras que llevaban los chicos y haciendo que el manto de niebla casi pareciese diamantina de plata.

Miré atrás, Ricardo ya estaba en la entrada y daba sus primeros pasos fuera, mientras que Paul y Sonia estaban agazapados en el marco de la puerta, viendo la escena de mi gran valentía (o gran estupidez, como quieran verlo). Me detuve justo en el punto en que la acera terminaba, e incluso mi presencia no hizo que los jóvenes voltearan a verme, parecía no sorprenderles que una persona presenciara el macabro desfile tan de cerca, lo cual era extraño pues era el primero en décadas que lo estaba haciendo. Delante de mí no había nadie, voltee a ver a Ricardo que ya estaba cerca, al voltear de nuevo al frente casi grito, pues frente a mí se cernía una figura alta envuelta en sombras, o en ropas oscuras. Escuché que detrás de mí Ricardo gritaba: “¡Ay, cabrón!”. Lo encontré lógico, pues si bien yo no vi el momento clave en el que el ente se materializó, mi primo en cambió si pudo verlo. Desafortunadamente, nunca pude preguntarle cómo fue antes de su partida.

-       -¡“Señor X”, pero si es usted!- me dijo la cosa con una voz tan suave que suprimió mi temor inicial- No esperaba encontrarlo aquí, en este día.

Entonces me estrechó la mano. Debido al repentino frío mis manos estaban heladas, pero al estrechar su mano sentí de pronto cómo se tornaban cálidas, y no porque su mano lo fuera, sino porque su mano estaba TAN HELADA que casi sentía cómo me quemaba. Los tres segundos del apretón de manos se me hicieron milenios (maldito Einstein y su jodida relatividad), pero una vez concluido, el fuego congelado cesó. Entonces lo vi un poco mejor: era alto, y llevaba una gabardina que cubría la mayoría de su cuerpo, llevaba guantes oscuros que hacían juego con su atuendo y en la cabeza llevaba un sombrero de copa muy alto. Este detalle haría que cualquiera que supiese quién es, de inmediato lo asociara con el Profesor Layton. Solo que a diferencia del ficticio Profesor, yo no podía ver su rostro, ni sus ojos.

-       -Disculpe la molestia pero, ¿Nos conocemos? Es que no recuerdo haberlo visto antes- le dije, con un poco de duda en mi tono de voz.
-       -No lo creo, “Señor X”, yo conozco a casi todos aquí. No me pregunte cómo lo sé, solo lo sé y ya. Por ejemplo, su acompañante de ahí atrás se llama Ricardo. Puedo llamarlo Rix.
-       -¿Yo qué?- preguntó Ricardo desde atrás.
-       -No es nada,- le contesté- estoy hablando con el hombre aquí presente... Disculpe, ¿Cuál es su nombre?
-       -Tengo muchos nombres, usted póngame el nombre que guste.

Supongo que es deducible cuál fue mi reacción al escuchar esto. Un poco dudoso accedí a jugar su juego:

-       -De acuerdo... ¿Qué le parece Michael?
-       -Suena estúpido. Mejor llámeme El Ingeniero- respondió al instante el individuo, que me irritó un poco al no seguir las reglas de su estúpido jueguito.
-       -De acuerdo, Ingeniero...
-       -Es “El Ingeniero”, por favor.
-      -¡De acuerdo, El Ingeniero!- se me olvidó que hablaba con alguien ajeno a mi realidad, a alguien que probablemente tuviese que ver con las muertes de los niños, pero igual ya no pude contener mi furia que, al principio ardió con fuerza, igual de rápido se apagó y regresó mi calma- Disculpe eso, es que...
-      -No hay tiempo para eso, “Señor X”, el tiempo es vital. El tiempo corre, pero no a mi favor. Debo partir con estos chicos.

De inmediato reaccioné:

-       -¡Espere! Entonces, ¿Es usted quién se los lleva para siempre?
-      -Bueno, mi labor es solo guiarlos, una vez cruzado el Umbral deben seguir hasta hacerse uno con el infinito y regresar materializados en carne distinta pero con misma alma, solo que pulida de sus impurezas pasadas, de esas cosas llamadas “recuerdos”.
-       -¿Ha dicho que ellos cruzan un Umbral?- le pregunté.
-       -Así es.
-       -¿Dónde está ese Umbral?
-       -Es aquí. Este es el Umbral... Este ES Umbral.


domingo, 8 de diciembre de 2013

Umbral

Capítulo ll

No terminaba de entender lo que acababa de escuchar, y por la expresión en el rostro de Ricardo supongo que él tampoco. El silencio se prolongó por al menos dos minutos durante los cuales nuestros anfitriones no dijeron nada, solo sonreían cálidamente. Durante ese ligero y a la vez eterno tiempo lo único que se escuchaba eran las manecillas del reloj que avanzaban para liquidar a la noche y resucitar el día, y el ligero crepitar de la leña en la chimenea.

-       Espere, ¿Eso qué significa exactamente? No termino de entenderlo...- dije después de permanecer meditabundo por un rato- ¿Cómo es posible que ustedes puedan saber eso de parte de sus hijos ANTES de que ellos nazcan?
-       Verá, “Señor X”, aquí en Umbral ocurre un pequeño detalle con los niños.
-       ¿Umbral?- preguntó Ricardo, poniendo la cara que pone alguien al escuchar un nombre que no cuadra o que simplemente es raro oírlo asignado a una localidad.
-       Así es, joven, este lugar en el que nos encontramos es Umbral- dijo Sonia- es un bonito lugar para vivir, pero el clima es muy crudo en invierno.

Sinceramente eso último no lo escuché, estaba muy ocupado pensando en que la señora había remarcado las palabras de su marido en lugar de corregirlo por un pequeño error. Estábamos en Umbral, un misterio menos, pero con el cual surgían muchos más... ¿Dónde se encontraba exactamente?, ¿Y cómo fue que llegamos aquí sin saber siquiera el nombre del lugar?

           
-       La verdad creo que nos gustaría saber un poco más sobre ese asunto, ¿verdad, Mizael?
-       Estoy de acuerdo.
-       Muy bien, déjenme contarles la situación: Aquí en Umbral lo que más abunda son los niños, cada familia tiene comúnmente hasta 7 hijos. La nuestra es de esas pocas excepciones, pues solo tenemos 4. Dos de ellos ya los conocen, Kal-El y Cheshire. Estudiando fuera tenemos a otro hijo, Faulkner.
-       ¿Y quién es el cuarto hijo?, ¿Dónde está?- preguntó Ricardo.
-       Está muerto- respondió tranquilamente Paul- murió hace ya dos años.
-       Y... si ya está muerto, ¿Por qué lo cuenta como presente?- les pregunté yo, un poco impactado por la tranquilidad con la que el hombre nos había dado la baja de su vástago.
-       Porque no pasará mucho antes de que regrese con nosotros- confirmó Sonia de inmediato.

No captaba bien, así que le dije a Ricardo que nos guardáramos toda pregunta y comentario para el final, que contaran lo que debieran contar sin interrupciones, tal vez así la información fuese más fácil de procesar.  

-       De acuerdo, la cosa es así: Pese a que en Umbral la población que conforman los niños es vasta, su calidad de vida deja mucho que desear. Como máximo, los niños de aquí, para ese entonces ya convertidos en adultos jóvenes, solo llegan a la edad de 20 o 25 años. Después de lo cual simplemente mueren. Nunca hemos entendido por qué, pero esto tiene ya muchisímo tiempo, así que para cuando nosotros llegamos a este mundo, esta situación ya era cosa vieja, y la gente se había resignado a ver morir jóvenes a sus hijos sin saber la causa exacta. Dado el poco tiempo que tienen para vivir, les dejamos tener la vida que quieran, y hacer lo que quieran, bajo un margen de respeto a nosotros claro está, y tratamos de nunca enojarnos con ellos. Los niños que deciden estudiar, como nuestro hijo mayor, lo hacen porque eso es lo que quieren, aunque la mayoría prefiere pasar sus pocos años de vida en casa y sin preocuparse por este asunto hasta que les quedan solo dos años de vida...


Cuando hubo terminado el relato de Paul no pude hacer más que pensar que el tipo estaba chalado o simplemente nos estaba tratando de jugar una broma pesada. Una vez que reflexioné sobre el asunto, disparé la primera pregunta:

-       Muy bien, lo que me dicen no tiene mucho sentido por algo, ¿Cómo es posible que ustedes sean adultos aparentemente sanos si la calidad de vida de este lugar es tan mala?, ¿Cómo es que ustedes dos y todos los demás adultos de este lugar han llegado tan lejos siendo que lo más común es que llegado el momento ustedes mueran a los 25 años como máximo?
-       Bueno, eso es debido a que solo unos pocos logramos vivir. Así como nosotros que solo tenemos 4 hijos somos considerados en Umbral una familia escasa, aquellos que logramos sobrevivir más allá de los 30 somos los considerados longevos. De donde ustedes proceden las edades tal vez sean distintas- respondió Sonia.

Tenía sentido. En el mundo hay personas que viven por encima de los 100 años (si más no me equivoco, la persona más longeva del mundo, una mujer de Brasil, tiene casi 115 años). Ahora bien, conforme pasan las generaciones el número de años que viven las generaciones actuales va decreciendo, esto debido a los malos hábitos a los que se somete al cuerpo. Actualmente la calidad de vida ha disminuido a los 70 años. Tal vez aquí en Umbral la calidad de vida haya disminuido tanto que las personas solo viven hasta la corta edad de 25 años. Es algo triste.

Al ver que no respondía de vuelta, Paul dijo:

-       ¿No tienen más preguntas?
-       Sí, yo tengo una- respondió Ricardo- Dijo que su hijo que ya está muerto pronto regresará con ustedes, ¿A qué se refería exactamente?
-       Bueno, es otro detalle más de este lugar: Aquí los lazos de la vida y la muerte son muy ligeros. Conforme pasan los años, los niños suelen volver a la vida, pero al hacerlo parten con otra familia, bajo otra apariencia o incluso del sexo opuesto al que eran antes de morir. Antes de volver, ellos recuerdan todo lo que vivieron con su familia, pero una vez que regresan su memoria se vacía para poder ser llenada con información y recuerdos nuevos. Esto lo sabemos porque en todos estos años ningún niño que haya vuelto ha dado muestras de recordar algo. Otra cosa que pueden hacer es comunicarse con nosotros, de esa forma, nuestros hijos nos pidieron que les pusiéramos los nombres que querían antes de que les borraran la memoria, de esa forma tal vez no recordarían nada, pero al menos llevarían en esa vida algo referente a cosas que les gustaban en su otra vida. A mi hijo le gustaba Superman, no a mí, igual que mi hija adoraba leer Alicia en el País de las Maravillas. Y por lo visto también saben cuál será su nueva familia, porque pueden comunicarse con nosotros de antemano.

-       Bueno, y si su hijo que ya ha muerto regresará pero con otra familia, ¿Por qué aun lo cuentan como suyo?

-       Porque aun es nuestro, aun muertos y después vivos con otras familias, ellos siempre serán nuestros hijos.- nos dijo Sonia- Nosotros somos nuevos en esto, por ende solo tenemos 4 hijos. En cambio hay familias cuyo número de hijos oscila entre los 100 y 150 niños.

Toda esa información tan confusa me hacía dar vuelta la cabeza. La expresión en el rostro de Ricardo me decía que no faltaba mucho para que su cerebro estallara por la cantidad de locuras que estaba procesando para una sola noche. Y mientras nos mirábamos uno al otro, allá afuera en las calles empezó a ocurrir algo. Se escuchaba una marcha de varias personas, pero no sabíamos cuántos eran, así que de inmediato nos levantamos del sofá y fuimos a ver por el gran ventanal, y nos quedamos asombrados ante lo que vimos. Ahí afuera iban marchando una cantidad impresionante de niños, iban en fila india y todos llevaban puesto lo que parecía ser una máscara de calavera. No hablaban entre ellos, y parecían ser guiados por nadie, pues no se veía ninguna figura de autoridad supervisándolos, pero por la forma en que marchaban tan sincrónica casi parecía que estuviesen rodeados de supervisores que esperan que cometieran el más pequeño error para reprenderlos. Estaban rodeados por una densa capa de niebla, casi parecía ser parte de una escenografía de la marcha.

-       ¿Ustedes saben qué pasa ahí afuera?- les pregunté.

-       Ellos ya parten de este mundo. Esos niños van rumbo a su muerte- dijo Paul tras nosotros.